OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL |
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VEINTICINCO AÑOS DE SUCESOS EXTRANJEROS
LOS veinticincos años de la existencia de Variedades1 corresponden a uno de los períodos más singularmente intensos y agitados de la historia mundial. Es improbable que alguna vez se hayan sucedido y agolpado en sólo 25 años acontecimientos tan decisivos para los destinos de la humanidad. Los veinticinco años que comprenden la revolución francesa, la grandeza y decadencia de Napoleón y las primeras jornadas de la emancipación hispano-americana (1789-1814) son, en la historia de la civilización occidental, los que más se prestan a la comparación con los que el mundo empezó a vivir en 1904. Ese cuarto de siglo fue también el del advenimiento tempestuoso de un orden nuevo. Pero el radio de la revolución liberal no abarcó sino a Europa y a América. Y en Europa misma encontró inexpugnables, al Este, los bastiones de la feudalidad y el absolutismo. En tanto, los acontecimientos dominantes del último cuarto de siglo han rebasado todos los límites. Su escenario ha estado en los cinco continentes. Ya el primero de estos acontecimientos, la guerra ruso-japonesa, importaba el definitivo ingreso del Asia en la historia occidental. Surgió una nueva gran potencia, el Japón, y se esbozó en el horizonte la rivalidad yanqui-japonesa por el dominio del Pacifico. El Asia cesaba de ser única y esencialmente un inmenso campo de expansión del imperialismo blanco. Una nación asiática, armada de la ciencia y de las máquinas de Europa, tomaba asiento en el consejo de las grandes potencias. Luego, el proceso de occidentalización de la China desencadenó en este dormido pueblo la revolución democrática que, abatida la monarquía, tomó su carácter social y clasista. Empezó el movimiento autonomista de la India y del Egipto, que afirmaba el despertar de los pueblos de Asia y Africa. El Imperio de los Zares sufrió su primera gran derrota en la guerra con el Japón. Desde su ataque a la China, el Japón había demostrado su intención de abrirse paso en el Asia. Su ambición estaba puesta en la Manchuria, hasta donde estiraba su garra el Imperio Ruso. Rusia no estaba en grado de disputar una colonia de esta situación a un pueblo con mejor organización capitalista. El Imperio de los Zares era, por su estructura y su economía, un imperio político-militar de antiguo tipo. Mientras debía su propio desarrollo industrial a capitales y técnicos extranjeros, Rusia pretendía mantener y dilatar un inmenso dominio colonial. Su política molestaba y contrariaba los planes del imperialismo británico que encontró una manera de quebrantarla por mano ajena, alentando el naciente imperialismo japonés. El Japón, técnicamente mejor preparado que Rusia para la guerra, expulsó a los rusos del territorio que codiciaba. La flota japonesa deshizo la armada rusa del Báltico, enviada por Rusia al Extremo Oriente, asegurándose desde ese momento el dominio del mar. La victoria japonesa rectificó a expensas de Rusia el status vigente hasta entonces en el Extremo Oriente en el reparto colonial. El Japón recibió en virtud del tratado de paz, la parte meridional de la isla de Sákhalin y el sur de la península de Liao-Tung con las ciudades de Dainy y Puerto Arturo. La Corea quedó definitivamente bajo el poder del Japón, que estableció con la anexión de una parte de Liao-Tung, las bases de su actual posición en la Manchuria. La guerra tuvo profunda resonancia en la situación política y social de ambos países, particularmente en la del país vencido, donde la ola de descontento popular amenazó seriamente en 1905 la estabilidad del zarismo.
NOTA:
1
En tanto que otros escritores tomaban a su cargo una sumaría revisión de
la actividad política, literaria o periodística desarrollada durante el
cuarto de siglo que cumpliera, en 1929, la publicación de Variedades —y
de Prisma, su antecesora—, José Carlos Mariátegui encaró la síntesis
de los sucesos extranjeros. Eran éstos de su competencia, pues en la
mencionada revista escribía semanalmente bajo el rubro genérico de
Figuras y aspectos de la vida mundial; pero a cualquier otro que no
hubiera poseído su experiencia, su dominio del tema o su justa visión de
la época, le hubiera sido, difícil cumplir airosamente la tarea dentro
de los limites forzosamente estrechos de un ensayo periodístico. El
propio José Carlos Mariátegui destacaba la dificultad de la síntesis
—en párrafo que suprimimos del texto, porque interrumpe la inicial
caracterización del mundo contemporáneo— e, implícitamente,
disculpaba las necesarias omisiones de los hechos secundarios. Decía; «Una
revista de todos estos sucesos, por sumaria y concisa que fuera, exigiría
un entero volumen. Sólo una parte de los artículos en que estudié, de
1923 a 1925, los principales acontecimientos del mundo post-bélico,
componen un libro: La Escena
Contemporánea (Lima, Editorial Minerva, 1925). Tengo que limitarme en
este artículo, a seguir como los grandes expresos, un itinerario rápido,
deteniéndome brevemente nada más que en las principales estaciones del
trayecto». Alguna
vez llama «crónica» a su ensayo, para dar a entender que sólo se
propone la relación precisa y escueta de los hechos. Pero aquí y allá
apunta algún concepto sobre la situación económica, sobre el equilibrio
de las fuerzas políticas, sobre el grado de desarrollo de las
agrupaciones revolucionarías y la firmeza de su ideología, o sobre el
entrecruzamiento de las influencias internacionales. De manera que
constantemente rebasa los alcances de la "crónica", orientándose
hacia el estudio crítico. Y, para mayor abundamiento, agrega un «breve
epílogo», con el objeto de trazar la evolución de la filosofía social
durante el lapso en cuestión. Véase las ediciones de Variedades correspondientes a 6 y 13 de marzo de 1929. (A.T.) |